Decálogo para ser escritor, publicar (al menos algo) y no morir en el intento

Últimamente he estado recibiendo varios correos de lectores de este blog, así como de curiosos que un día se toparon con mi libro. Algunos de ellos me preguntaban sobre mis ideas y su reflejo en mi literatura. Es una cuestión difícil de resolver ya que, ¿escribes para intentar reflejar algo o ese algo es lo que te hace escribir?

Una de mis lecturas del verano es la Poesía de Michel Houllebecq (Anagrama, 2012), teniendo en cuenta que la obra poética del autor francés es su obra menor en contraste con sus novelas de récord en ventas. Y es por eso que, desde mi criterio y mi punto de vista, su poesía no alcanza la calidad de sus novelas. Aún así, la primera parte del libro, titulada «Sobrevivir», es uno de los textos (escrito en prosa) que más me ha gustado leer hasta ahora sobre el arte literario y el oficio de escritor.

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Siguiendo estas ideas que Houllebecq desprende en «Sobrevivir» voy a trazar una especie de decálogo o conjunto de normas sobre la escritura. Está, por un lado, el atrevimiento que supone que un autor con solo una obra publicada como yo pueda dar directrices sobre lo que se debe y no se debe hacer para ser escritor. Por otro lado, intentaré «literaturizar» todo el decálogo para que desde el primer momento ustedes, los lectores, sepan que no es algo que haya que tomarse al pie de la letra y que simplemente me lo tomo como un juego. La literatura es juego. Vamos a jugar.

UNO. El sufrimiento es la base de la escritura. En esta idea coincido al cien por cien con Houllebecq: «vuestra vida es un entramado de sufrimientos». Ahora suena Lou Reed en la cadena, como casi siempre que escribo, y pienso que el escritor o el poeta es esa persona que se enfrenta de cara al sufrimiento y sobrevive en él. En este punto, debéis leer, si no os resulta muy tedioso, El dolor del mundo de Schopenhauer. Leí ese libro hace unos años y conecté al cien por cien con las ideas del filósofo alemán. Lo importante no es la felicidad, no existe (como dice Houllebecq en su texto), lo importante es sobrevivir al sufrimiento.

¿Y cómo se sobrevive? Escribiendo, escribiendo sin parar, escribiendo cuando uno está solo o rodeado de gente, cuando uno siente que si lanza un respiro más puede morir del dolor. El sufrimiento es una de las razones y principios más básicos a la hora de sentarse a escribir. Y escribir es su tabla de salvación. En una línea existencialista, el escritor debe sentir el sufrimiento del mundo, no el suyo, sino del resto, debe comprender el sufrimiento en su totalidad y globalidad. Debe sentir ganas de desmayarse cada vez que intenta comprender el dolor ajeno. No todos los sufrimientos son negativos y el escritor sabrá en todo momento cómo tratar con cada una de las sensaciones que padece. Depende de la gravedad del sufrimiento, si es un sufrimiento tranquilo y nostálgico, o si es un sufrimiento trágico y terrible. En todo caso, el escritor aprovechará cada uno de esos instantes para tener una visión alternativa del mundo respecto a la de los demás y, con ello, hacer una buena obra.  Por último, Houllebecq dice lo siguiente: «Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien definida, estáis jodidos. El sufrimiento se os comerá crudos, desde dentro, sin que hayáis tenido tiempo de escribir nada». La forma de escapar y sobrevivir al dolor, pues, no es otra que articular una estructura propia para poder superar la sensación, escribir y seguir adelante.

DOS. Al margen del sufrimiento o del dolor, el escritor debe huir del aburrimiento. Houllebecq hace escasa mención al tema del aburrimiento pero para mí es uno de los más importantes. Si hay algo casi peor que el sufrimiento es el aburrimiento. El aburrimiento es el principio de la vida moderna. Algunos lo llaman aburrimiento, en su raíz más bodeleriana, otros lo llaman alienación, en su vertiente más marxiana. En general, el aburrimiento es el sedimento profundo de nuestra cultura y la excusa por la que el sistema capitalista marca su necesidad de supervivencia absoluta: el consumo. Consumir y consumir. No solo productos físicos, sino también formas de vida. La vida diseñada y deformada para que el individuo moderno sienta el impulso de consumir. De ahí surgen muchos de los graves problemas de nuestro tiempo, como las enfermedades mentales o las adicciones. El aburrimiento es peor que el sufrimiento en la medida en que cuando uno sufre escribirá cuando el dolor haya pasado (porque siempre pasa, y esa es la esperanza de vida de un escritor con el suicidio siempre presente en su cotidianidad), el aburrimiento, sin embargo, puede durar años y es la razón básica por la que el escritor siente y padece la esterilidad creativa.

TRES. Cultivar la idea del suicidio como una esperanza y no como una certeza. Si todo en la vida es sufrimiento y aburrimiento, el escritor, si es escritor de verdad, sentirá el acoso constante de la muerte. El sufrimiento y el aburrimiento tienen como resultado la muerte. El escritor debe vivir asido a esa idea de muerte. Roberto Bolaño en su bellísimo poema «Autorretrato a los veinte años» expresa muy bien esta idea en sus versos finales que dedica a todos sus compañeros y amigos poetas: «y me fue imposible cerrar los ojos y no ver / aquel espectáculo extraño, lento y extraño, / aunque empotrado en una realidad velocísima: / miles de muchachos como yo, lampiños / o barbudos, pero latinoamericanos todos, / juntando sus mejillas con la muerte».

Por otro lado, Houllebecq en su texto menciona que «un poeta muerto ya no puede escribir, de ahí la importancia de seguir vivo». Es decir, advierte sobre la importancia de seguir vivo o al menos morir con una obra publicada aunque sea en una revista menor. Houllebecq comprende que la idea de suicidio es necesaria solo cuando ya se ha publicado. Si no, el escritor caería en el olvido y en el silencio, nadie sabría más de él. Ante esto, vuelve a incidir en la idea de buscar una estructura que sepa articular el sufrimiento y, con ello, poder escribir: «La estructura es el único medio de escapar al suicidio. Y el suicidio no resuelve nada. Imaginaos que Baudelaire hubiese tenido éxito en su intento de suicidio a los veinticuatro».

CUATRO. La única esperanza reside en el amor. Para escribir deberéis amar hasta el límite de vuestras fuerzas, hasta que duela. El amor es la tabla de salvación de la escritura y del escritor. El fin de él es sentir la paz mística, que solo produce el amor. El resto son paraísos artificiales que solo servirán para disminuir la sensación de aburrimiento y tedio. Una de las canciones que más me han marcado en mi vida es Coney Island Baby de Lou Reed. Cuando tenía banda de rock y dábamos conciertos, mi ritual antes de salir al escenario era escuchar en bucle dicha canción. No es mi canción favorita, pero quizás es el mensaje más valioso en forma de canción que se haya escrito: «the glory of love, just might come though…» Lou Reed repitiendo una y otra vez que pese a todo, el amor es la gloria que te llevará a flote, sano y salvo, hacia donde quieras.

CINCO. Saber estar solo. Esta es una de las ideas más importantes, ya que el escritor necesita sentirse solo cuando escribe, y no solo eso, sino que por dentro debe sentir la soledad en el proceso de escritura. Podríamos decir que hay dos formas de soledad: la positiva y la negativa. La positiva fomentará tu escritura, la negativa hará aumentar el sufrimiento. El escritor necesita estar en constante alternancia con ambas, solo así podrá crear algo bueno.

SEIS. Odio natural hacia la sociedad. El escritor es un ser extraño, mal hecho y con un montón de razones para odiar la sociedad. Es, en definitiva, un ser que nunca podrá lograr entender el mundo que le rodea ni cómo funciona. Por ello, nunca entenderá a los protagonistas de éste, los seres humanos. Houllebecq dice que «los mecanismos de solidaridad social (subsidio de desempleo, etc.) deben utilizarse en su totalidad, así como el apoyo económico por parte de amigos más acomodados». En este sentido, «no desarrolléis demasiada culpabilidad a ese respecto. El poeta es un parásito sagrado». Coincido plenamente en esta idea. El poeta, según Houllebecq, «a semejanza de los escarabajos del antiguo Egipto, puede prosperar sobre el cuerpo de las sociedades ricas y en descomposición, pero también hay lugar para él en el seno de las sociedades fuertes y frugales.»

A pesar del odio hacia la sociedad, el escritor debe inmiscuirse dentro para conocer sus problemas y sus obsesiones. Si eres un escritor español vivirás muy condicionado debido a que actualmente existe una persecución al arte y a los artistas por parte del Estado, al menos en términos económicos, que si el 21% de I. V. A. cultural y tal… En este caso, el escritor tendrá muchísimos más motivos para odiar la sociedad en la que ha nacido y en la que se debe desenvolver. No se debe entender al pie de la letra que el escritor odia por naturaleza la sociedad, en realidad lo que odia son las formas de organización social. El escritor debe tratar a la sociedad como conjunto de individuos y no como colectivo. El escritor es un ser profundamente individualista y el prisma con el que mira el mundo es el del individuo y el del humanismo. Es por ello que al escritor de verdad no le debería importar en absoluto el sitio donde vivir, ya que en el fondo comprende a todos los seres humanos en individual, pero nunca en colectivo. Consecuentemente, el escritor debe preocuparse de la sociedad y hablar de sus problemas, pero nunca afiliarse a una opción política. La política habla sobre el dominio de la sociedad y el escritor rechaza a la sociedad y a sus formas de organización. Para el escritor sería caer en contradicción consigo mismo y con su naturaleza creativa. Si, por el contrario, el escritor elige y prefiere hablar de la realidad social y de los temas que la ocupan, debe optar por la digna profesión del periodismo. El escritor tiene problemas más importantes que los que tiene la gente corriente. Algunos de ellos ya los hemos mencionado aquí, otros vienen en las líneas siguientes.

SEIS. Fuma tabaco. Fuma hasta que te exploten los pulmones. El tabaco es la única droga silenciosa; no hace apenas efecto y va matándote poco a poco. Fumar tabaco, además de favorecer la concentración y ordenar las ideas, proporciona una debilidad que para algunos resulta muy molesta pero que al escritor le produce una especie de continuidad de su propia tragedia, de su propio sufrimiento. Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, como ya dijo Baudelaire. Odia a la gente que odia el tabaco. Muérete a gusto. Recorta todas esas imágenes desagradables de las cajetillas sobre lo que podría pasarte si no dejas de fumar y pégalas en tu pared. Que valga cinco euros es una injusticia. Si no te lo puedes permitir puedes pasarte al de liar o fumar menos. Pero fuma. Fuma todo lo que puedas y escribe. Fuma para escribir. Busca ese momento amable y cariñoso de reencuentro con el tabaco. El cigarro perfecciona el arte de matarse. La vida sana nunca fue una opción. El escritor no debe temer a la muerte y día a día debe luchar por intentar sobreponerse a ella. Encuentra momentos especiales y peligrosos para seguir fumando. Comparte cigarrillos con las personas a las que más quieres. Anímales a que fumen. Destrúyanse juntos. No hay nada tan romántico como dos amantes tirando el tiempo y la vida a la basura. No hagáis caso de la publicidad ni de las promesas de una vida sana. La putrefacción está aquí dentro. Y el camino del exceso lleva al camino de la sabiduría, como dijo una vez William Blake mientras fumaba un porrito de marihuana. Lo que hay que hacer es coger a uno de esos políticos o líderes de masas que no hacen más que pedirle que se cuide y escupirle en la cara.

SIETE. Huye de las etiquetas. El escritor solo debe rendir cuentas a sí mismo y nunca a los lectores. Los lectores son hermanos con los que el escritor debe sentirse seguro y compartir lecturas y experiencias. No hay que olvidar que antes de ser escritor se es lector. El escritor aprenderá a escribir a partir de sus lecturas, lecturas de sí mismo y de sus escritores favoritos. El escritor es su obra. Es el corazón y el alma de su obra. El escritor debe estar por encima de su obra y contemplarse en ella. Aprende de tus fallos. Huye de las etiquetas y de los amiguismos. Hay muchos escritores parecidos pero ninguno igual. Busca tu sitio. No hace falta que crees una nueva orden estética o un nuevo estilo poético, hay demasiados escritores escondidos en el mundo como para ponerse arrogante y pensar que eres el único que está llamado a cambiar las normas de la escritura. Fíjate en tus predecesores y en tus coetáneos. Interactúa con ellos.

OCHO. Diviértete mucho. Si no fuera divertido, no escribirías. Diviértete y haz lo que te dé la gana. No en plan YOLO, no en plan consume consume consume, no en plan fiesta fiesta fiesta. La vida entera es una fiesta, busca sus puntos divertidos o muérete del aburrimiento. Recuerda: el aburrimiento es casi peor que el sufrimiento. No te aburras. No te quedes en casa. Un poeta que vive encerrado en su habitación es un jodido onanista. Publica donde sea. Haz amigos. Comparte literatura y obras de arte. Disfruta. Disfruta mucho. Solo disfrutarás en contacto con otras personas, a ser posible que se asemejen a tu personalidad o a tu forma de ser. Lo demás, se resume en trabajar y en descansar. Sé un vago. Enamórate de las experiencias. No trabajes, disfruta trabajando en lo que de verdad quieras. Si no quieres nada no hace falta que trabajes. Odia el trabajo, pues. Debes albergar una esperanza beatnick en tu corazón para contemplar el recurso de la mendicidad como algo emocionante y posible.

NUEVE. Para calmar tu odio hacia la sociedad y hacia las formas de organización social, escribe algo que duela. Tal y como dice Houllebecq: «la sociedad en la que vivís tiene como fin destruiros. Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte. Profundizad en los temas de los que nadie quiere oír hablar. El envés del decorado. Insistid sobre la enfermedad, la agonía, la fealdad. Hablad de  la muerte, y del olvido. De los celos, de la indiferencia, de la frustración, de la ausencia de amor. Sed abyectos, seréis auténticos».

En este sentido, el escritor posee una esencia muy políticamente incorrecta. No seáis políticamente incorrectos porque lo diga Houllebecq, debéis encontrar el engranaje que falla dentro del sistema, la página del guión que no concuerda con el resto de la obra, la mancha azul en los zapatos, el grito del corazón frente a las imposiciones de una vida correcta. Despreciad a todas las personas que hablen en nombre de la moral y de la sabiduría. Huid de lo convencional. No seáis correctos. Id a contracorriente siempre y atacad bien duro. Si nadie se ofende o nadie quiere censurar vuestros escritos debéis corregir vuestro disparo de inmediato. En la escritura no se trata de pelear, la batalla ya está perdida de antemano. Se trata de defenderse. Con lo que uno pueda, a saber, escribiendo. Houllebecq también menciona que el escritor debe tener un cierto resentimiento hacia la vida. Enfadaos con ella. Enfureceros con vosotros mismos por vuestra condición de humanos. Asilvestraros de vez en cuando. Está bien ser un capullo a veces. Sed capullos con las personas que menos soportéis y haced el amor a las personas que más os llenen. En cualquier caso, enfrentaros de cara. Sed valientes. Tenéis que dirigir bien el disparo. Si no, podríais salir heridos. Calculad bien el efecto. Escribid.

DIEZ. La verdad es algo tan complicado como difícil de entender. El escritor debe hacer de su vida una mentira coherente que responda a sus ideales de verdad. La verdad es un conjunto de mentiras bien contadas que el poder usa para deslegitimar ciertas actitudes o corrientes de pensamiento. No creáis en la verdad. El mejor camino para conocer la verdad es mentir continuamente, a uno mismo y a los demás. Usad la mentira siempre como bien utilitario, no como el pilar de vuestra vida. En todo caso, no mintáis en las cosas que son importantes, mentid con ánimo de jocosidad. Quien no entienda la ironía o los dobles sentidos no merece leeros. Como remedio a esa clase de seres que siempre están tomándose las cosas al pie de la letra debéis aplicarles el punto anterior. Provocad y sed fuertes. Constantes en vuestra gran mentira. El poeta, además de parásito sagrado, es el mayor mentiroso de los mentirosos. El mundo, tal y como está organizado, es una mentira total donde encontrar la verdad es absolutamente imposible. Es por ello que debéis aplicar su método. La confusión os hará libres. Todo aquello por lo que daríais la vida esta mañana, nada más levantaros, os resulta una puta mierda al acostaros. El universo se mueve y vosotros en él. El universo miente y vosotros debéis mentir para sobrevivir. Earth is the loneliest planet of all. Nada es cierto. Todo está permitido. Inmiscuiros dentro de esa mentira y mentid hasta que sea insostenible ocultar la verdad. Mentid siendo consecuentes con vuestra mentira. No digáis la verdad pero sí mentid con el fin de hallar una verdad. Mentid para encontrar vuestra verdad y la de la gente que os rodea. En este mundo tan desgraciado, en el que no hacemos más que dar bandazos entre el sufrimiento y el tedio, pocas cosas aburren tanto como lo objetivo. Sed subjetivos hasta donde os sea posible, originales y auténticos. Buscad lo que os separa del resto. Para ello, debéis mentirles y mentiros a vosotros mismos todas las veces que haga falta. No creáis que sois originales y auténticos, la originalidad y la autenticidad es una búsqueda, no una meta. 

En contraposición, el escritor muchas veces se dará de bruces contra el muro de la lucidez extrema. Experimentará en su boca el sabor amargo de la verdad. Contemplará el mundo despojado de su disfraz. Estará desnudo frente a él, y el mundo seguirá moviéndose, sin escuchar plegaria alguna. Y entonces todo parecerá detenerse y el fallo del escritor será creer que se ha detenido. Es cuando el escritor bloqueará su condición social y tenderá a recluirse y a aislarse. Es importante tener momentos de lucidez. El escritor se verá forzado a mentir por su naturaleza intrínseca de mentiroso. Mentirá para sobrevivir. Su mentira se hará poesía o novela. Se hará ficción. Y navegará en las galaxias de lo imposible, trazará universos nuevos y situaciones irreales, se sentirá totalmente libre en la práctica de la escritura y contemplará a los seres corrientes con una mueca de desprecio y ternura. No volverá a ser él mismo.

Cómo estar solo

Este artículo a modo de mini-ensayo fue publicado en la revista Periodistillas el día 18 de abril de 2013. Espero que os guste:

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El ser humano occidental contemporáneo, hoy en día, es incapaz de estar solo. Esto viene dado por el proceso de olvido de la personalidad de uno mismo que el sistema ha ido insuflando a través de la cultura global de masas. Antes todo el saber humano se registraba mediante dos formas de conocimiento: la memoria y los libros. Ahora, Internet es la madre del conocimiento y permite el libre acceso a cualquier tipo de información. Todos los libros que podría haber en una biblioteca años anteriores, con todos los saberes posibles, se encuentran al alcance de una mano, en un móvil que esté conectado a la red.

La máquina más poderosa que había en la Tierra antes era el cerebro humano, ahora es internet. Ha sucedido entonces, una sustitución de la persona por el objeto, un reemplazo entre la inteligencia y la tecnología avanzada.

Por otro lado tenemos el caso de la publicidad, en cierta manera masiva. Esta publicidad masiva nos atiborra de mensajes sobre bienes y productos de consumo rápido para así anular nuestra capacidad de reflexión. Ya no merece la pena permanecer más de cinco minutos pensando cuando lo puedes tener YA. La rapidez, la inmediatez y lo finito es otra de las cualidades generales del mundo actual, en diferencia a los tiempos anteriores. Todo lo que no es rápido e inmediato al hombre de hoy en día le supone una angustia y un tedio que muy pocas veces aguanta. Por lo que para olvidar esa parte de sí mismo que tendía hacia la reflexión y que escuece dentro de nosotros, se tiende al consumo rápido y fácil, al entretenimiento inmediato que nos ofrece continuamente la publicidad masiva y los medios de comunicación. Pero amigos, todo se acaba una vez consumido. Entonces buscamos otro bien de nuevo rápido e inmediato  para solventar la pérdida del anterior y no caer en el silencio y la soledad. Este a su vez se vuelve a agotar, con lo que la vida del hombre se convierte en una espiral basada en el consumo.

Resulta que el éxtasis –un placer sentido segundo a segundo y acompañado de gratitud por el don de estar vivo y ser consciente- se encuentra al otro lado del aburrimiento absolutamente letal. Presta atención a la cosa más tediosa que puedas encontrar y un aburrimiento como no hayas visto nunca se te echará encima en oleadas, y a punto estará de matarte. Si consigues capear esas olas, será como si pasaras del blanco y negro al color. Como encontrar agua después de pasar varios días en el desierto. Un éxtasis constante en todos y cada uno de tus átomos.

David Foster Wallace, “El Rey Pálido”, Literatura Mondadori

Ese dolor de dentro de nosotros que surge a través de la imposibilidad de estar solos y sin nada que hacer se acentúa a medida que vamos olvidándonos de la reflexión y del poder estar solos. De alguna forma te atrapa como una especie de droga maligna que hace que luchemos por evitar caer día a día, minuto a minuto, en el aburrimiento y en el estado nulo de actividad. El ser humano moderno recurre día a día y minuto a minuto a llenar ese espacio vacío del tiempo, y para ello lo llena con bienes de consumo rápido y actividades que en realidad no necesita y muchas veces ni si quiera se ha planteado consumir, pero sin embargo lo hace, porque se encuentra incómodo solo consigo mismo, escuchando su voz interior, que ha quedado prácticamente anulada por todo el ruido exterior.

El sistema que nos ha hecho “funcionar” de esta forma está muy consolidado y su circuito es cerrado. El hombre occidental moderno ha sido educado desde muy pequeño en la labor de satisfacer sus necesidades, unas necesidades que ya no son básicas, sino que las imponen por modas o costumbres ¿Acaso alguien eligió tener un móvil de última generación para permanecer todo el tiempo conectado? Claro que lo elegimos, pero porque la publicidad y las comunicaciones nos metieron antes en la cabeza que si no teníamos un móvil de última generación con el que estuviésemos conectados todo el tiempo no podríamos vivir en el mundo globalizadamente moderno.

El sistema imperante y la moral capitalista en su vertiente más radical que funciona en nuestros días está por tanto muy cerrada y es prácticamente imposible salir de su hechizo. Pero sin embargo, no todo está perdido. Las posibilidades de escape que tiene ahora mismo el individuo a la hora de evitar esa caducidad constante en el valor de los bienes que consumimos y meterse de lleno en sí mismo, aguantar al fin y al cabo la soledad y fomentar la capacidad de reflexión, son varias, y su práctica no apunta hacia lo imposible. Espacios de refugio interior a salvo del ruido de afuera los podemos encontrar en la música, en la lectura o en la naturaleza, por ejemplo. Estos son bienes que nunca se acaban, con lo que se pararía esa espiral de eterno consumo. Cuántas veces habréis podido escuchar una canción y no cansaros nunca de ella. Cuántas veces habréis leído un poema miles de veces y seguís sintiendo el vértigo de sus versos. Cuántas veces habremos respirado el olor de un bosque y nos habremos sentido vivos y complacientes con nuestra naturaleza.

Me gustaría hablar de la música en especial. Antes hablábamos que la cultura de masas y las nuevas tecnologías habían propiciado un universo en el que el individuo podía estar en contacto con los demás todo el tiempo y así evitar esa soledad. Pero como bien sabemos, es una falacia, debido a que es una compañía inventada, solo carente de realidad en el mundo virtual en muchos casos. Pero la música, además de funcionar como protección ante la angustia que nos produce esa soledad, ese vacío sin entretenimiento ni misión, ese silencio que seguro que todos hemos sentido a lo largo de nuestra vida como algo no erradicable, funciona como factor de unión entre las personas.

La música produce en nosotros conceptos diferentes debido a que es muy subjetiva, pero aún así nos hace sentir unidos. No hay nada como encontrar a una persona que lleva pegado a los altavoces lo mismo que tú, tanto que te sientes hermano suyo. Encontrar a alguien que sabes que al mirarle a los ojos al escuchar esa canción juntos que os gusta tanto, y saber que puede llorar en tu brazo, que estás compartiendo con él ese momento, sin necesidad de comunicación verbal o tecnológica, que esa persona ahora mismo está feliz porque al fin alguien le comprende cuando escucha contigo la misma canción, y que todos sus gozos y sombras se muestran cuando suena la canción que disfrutas tú también, al igual que sucede lo mismo en ti.

No dejar que el consumo rápido consuma, valga la redundancia. Invertir en cosas que nunca se acaban y que aportan algo que muy poca gente se ha atrevido a conocer, que básicamente es el misterio que rodea al ser humano. Pero para ello es necesario estar solos, conseguir evadirse del ruido que hacen la multitud y los anuncios, seguir en la trinchera contra lo falso y buscar la felicidad fuera de todo valor económico, que es la base del capitalismo.

Esta máquina vuelve a matar fascistas

Yo y mi colega Marsu, de Octubre Polar, ayer en la Calle Zúñiga de Valladolid
Yo y mi colega Marsu, de Octubre Polar, ayer en la Calle Zúñiga de Valladolid

1. El tiempo que se acaba. 

2. And our time is running out… 

3. Hay un par de buenas noticias. Van a publicarme al papel, junto a más autores, un relato que presenté en el concurso El País de la Gominola. El relato, titulado «Verónica Dice», lo podéis leer aquí (este relato no es el oficial, el que saldrá ha pasado por varias correcciones). Os iré informando sobre la marcha del libro para quien esté interesado en adquirirlo (no costará demasiado porque saldrá a precio coste, sin ninguna clase de beneficio para los autores). 

4. Ha llegado el verano y huele. 

5. Ayer fue el Día de la Música en Valladolid y alzamos todos los músicos la voz contra esta ciudad represiva del arte. Recuerdo perfectamente la pintada en la guitarra de Woody Guthrie, sí, esa misma que ponía claramente, allá por los años 50 y 60 en América, «la tierra de las posibilidades»: 

Fuente: www.theliberalgunclub.com
Fuente: http://www.theliberalgunclub.com

6. Y qué razón tenía el bueno de Woody, debe ser porque los que prohíben la música en directo se sienten realmente amenazados por semejante máquina de hacer música y se esconden en una Ley de Ruidos de tres al cuarto. Pero che, yo ayer vi a niños bailando al ritmo de los acordes, a parejas dándose emocionados besos con la música de los artistas vallisoletanos de fondo, a amigos cantando a coro abrazados canciones pachangeras y también amigos cantando en silencio y emocionados las mejores baladas, como también buen rollo y gente pasándoselo realmente bien y no perdiendo el tiempo tirados en un bar esperando a que se les subiera el tripi o la cerveza. 

7. A los seres humanos nos gusta lo que es difícil. Nos gusta lo que es difícil de conseguir. Por lo que Valladolid seguirá sonando a pesar de las normativas y las leyes que se saque debajo de la manga el barbas que tenemos de alcalde y su panda de concejaluchos. Por más que prohíban, no pueden prohibir lo que hay dentro de nuestra cabeza, que son las ideas. Y esas ideas son las que conforman al artista de verdad. De esas ideas el artista se sirve y a más que lo maten, no podrá despegarse de ellas. Por lo que aunque lo pongan difícil, seguiremos aquí dando el cante y aguantando el tirón, no nos van a pillar, a propósito de lo que decía una canción ayer. 

8. No os preocupéis que seguiremos «matando fascistas» con nuestra música, haciendo a la gente pasar un buen rato, seguiremos emocionando a las personas y ciudadanos de esta ciudad que vosotros habéis conseguido hacer que me dé ahora tanto asco, con nuestra música y nuestras guitarras, somos invencibles. Como diría Muse de nuevo. 

9. La mejor música para el verano, para el calor y la playa, y los helados, y las madrugadas tirados en la hierba o en los tejados… sin duda el hard rock, así que aquí viene seguido lo que escucharé en estos meses: 

Lo que hacíamos cuando no había nada que hacer (I): SUPERMERCADO

[Hoy comienza este pequeño y curioso ciclo de relatos de ficción que tengo programado de aquí a tres semanas (un relato cada semana, en total 3) titulado «Lo que hacíamos cuando no había nada que hacer». Hay fallos de corrección, ya que la premura o llamémoslo inspiración, en estos días de exámenes, ha sido determinante a la hora de escribir este relato que titulo «SUPERMERCADO». Creo aún así que la corrección excesiva muchas veces no es buena, por lo que he decidido que puede puntuar a favor mío. Os pido perdón si veis fallos de corrección. Culpa mía, como siempre, y de mi todavía novata escritura. Espero que os guste esta primera entrega, como también espero comentarios sobre qué os ha parecido. Vale más la energía con la que lo escribí y la necesidad de mostrarlo en lo que se dice YA!]

supermercado

+ESCUCHANDO

El trabajo de cajero o cajera en un supermercado bien es sabido que no es un buen trabajo. El dinero que no tienes ni te pertenece. Fluye de tus manos a la caja y así durante lo que podría llegar a resultar un turno de dos horas. Eso ya es suficiente. Más todavía si estás pagando un alquiler que no puedes pagar, manteniendo una familia que no puedes mantener o pagándote un vicio que no puedes pagar. Bueno, como supongo que sabéis, los y las cajeros de supermercado tienen, como cualquier ser humano que habita en esta tierra de locos, una alquiler que pagar, dos hijos obscenamente malcriados destacando por su habilidad de “emperador” en casa, y como no, un vicio secreto que esconder, bien podemos estar hablando de los resbaladizos y lubricados consoladores para mujer u hombre, o el banal y común tabaco que tan caro se ha estado poniendo en los últimos años.

            Además de la bajada de moral que supone ser un mero sujeto de transferencia entre producto y consumidor, psé. Un objeto de transferencia como el dinero, que el psiquiatra Lacan, discípulo de Freud, dijo que en realidad no existía, era como el excremento, como la palabra, algo vacío al que le hemos dado un significado altamente contagioso.

Los sindicatos socialmente vistos como los defensores y representantes de la tardía clase obrera existente en nuestro país, nunca se sentaron a hablar seriamente con la patronal de estos problemas acerca los trabajadores de los supermercados.

Los clientes vistos como la luz al final del túnel de cualquier empresa en el mundo capitalizado, ni mucho menos vieron tampoco lo que se cocía detrás de la caja registradora de su supermercado.

Y las empresas de productos basados en las nuevas tecnologías para hacer la vida más cómoda y placentera de la población, ni mucho menos se tomaron enserio la producción masiva de mp3 que tanto daño hicieron a estas víctimas de su trabajo.

Sí, amigos.

Suicidios, depresiones, gastos ingentes en trankimazín, crisis de ansiedad, todo mierda psíquica coleando por ahí, detrás de la caja registradora y las pobres mentes de estos adultos responsables que algún día cometieron el error de su vida entrando a trabajar como cajero de supermercado.

La cuestión, que siempre podría resultar un poco extraña a ojos del público, pero que sin embargo por los datos e informes psicológicos y psiquiátricos realizados por expertos da un resultado positivo en la probabilidad de que la depresión fuera ocasionada por el uso generalizado y descontrolado del mp3 por parte de los clientes del supermercado.

Ese pequeño objeto que conectas a unos cascos que colocas en tus oídos y que hace evadirte tan pasivamente del mundo, de tu alrededor, del ruido constante de la ciudad y entrar en la armonía musical cada vez que das al play. Ese pequeño objeto es el que tanto daño ha hecho al mundo obrero del supermercado.

El asunto fue más allá de la simple hipótesis de que el mp3 fuera el causante de los males de cabeza de los trabajadores. Se hizo real y evidente: los trabajadores destinados por orden de su jefe a pasar más de tres horas al día cobrando productos delante del cliente de a pie, mientras este mismo permanece impasible moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo, todo el rato asintiendo, como si no importara siquiera si la cuenta le fuera devuelta de manera errónea, mientras la música de distintos géneros y estilos tronaba dentro de sus oídos…

Bueno, todo esto, como se intuye, es un tanto grotesco.

“Te sientes una máquina”, declaró Arturo, trabajador del supermercado del Barrio Z, “estás diseñado para agarrar con las manos productos que no son tuyos, por supuesto, pasarlos a la máquina, decir un número relativo al precio que ni siquiera importa a los clientes, ya que dejan deslizar un billete de alto valor para que le dejes en paz y pase ese momento lo antes posible, irse a casa y quizás hacer la cena, sentarse en el sofá y emborracharse, y acabar de una vez el día.”

“Cuando estaba de cajera”, comentó otra mujer, esta vez joven, llamada Irene, “no soportaba el hecho de enfrentarme a la gente. Podríamos decir que tenía un principio de miedo social. No me llevaba bien con la gente normalmente. Me iba acostumbrando a mi trabajo, que tiene una parte importante de contacto social. Pero cuando estos objetos llamados mp3 entraron de por medio, el miedo se acrecentó más, haciendo casi imposible mi estabilidad a la hora de simplemente el hecho de hacer mi trabajo, con el que me estaba pagando una vida, que con el sueldo medio de cajera, llegaba a rozar completamente el calificativo de <<humilde>>”.

“Las mujeres son más débiles que los hombres para este tipo de cosas”, asegura Martha, veterana trabajadora en supermercados. “Realmente, nunca pensé que iba a pasar esto, que todo iba a derivar en esta situación tan alarmante, podríamos decir, porque sin duda es para alarmarse. Hay trabajos más duros que otros. Pero el simple hecho de tener que soportar día a día a casi todo el mundo que pasa por tu vista con unos cascos en el oído a toda potencia, que no te hagan ni caso, que seas un mero instrumento casi automático, que lo único que hace es provisionar a la gente productos que tirarán a la basura una vez consumidos y que ni mucho menos importan… Sí, te das cuenta de que el consumidor llega a sentir mucho mayor afecto hacia su producto que a ti, que eres supuestamente, un <<ser humano>>, <<alguien>>, al que se le está viniendo encima el mundo y al que nunca nadie podrá sacar de esa celda que es su trabajo.”

 “Esa celda de aislamiento”, habló Agustina. “Es verdaderamente alarmante. Una nueva especie de psicosis moderna. Y ahora hay tantas por ahí…”

Las instituciones públicas y patronal, ante los alarmantes casos de suicidio y abandono de los puestos de los trabajadores por depresión, estuvo barajando prohibir la entrada a los supermercados con el mp3 encendido. No tardaron en lanzar numerosas campañas en contra de esta realidad, repartiendo folletos entre la población sobre la necesidad de que por lo menos, se diga los buenos días en la caja registradora, y en pos del trato amable y atento entre los seres humanos que se encuentran en un supermercado.

“El mundo cada vez está más sensibilizado. Ya por el mero hecho de tener que pasar cuatro o cinco horas diarias atendiendo a gente que no te hace ni caso por su gusto musical, caemos en depresión y ansiedad. Los resultados, sin duda, muestran que el ser humano cada vez es más débil”, aseguró Fernández Día, reputado psiquiatra.

El Gobierno y la patronal de supermercados ha anunciado que conseguirán cortar de raíz el tema de la música consumida de manera individual en los supermercados, colocando cámaras especializadas en detectar a este tipo de gente abstraída que anula la comunicación entre empleado y cliente. Se colocarán así mismo en las proximidades a la puerta del establecimiento y en las esquinas de cada pared. También habrá una persona encargada (así también se aprovecha para paliar el problema del paro) de vigilar que ningún cliente lleve cascos.

“Es una auténtica tontería”, asegura un cliente, “te escondes los cascos entre la sudadera y ya está”.

El Gobierno y la patronal barajan emprender castigos severos a nivel legal para aquellas personas que sean pillados con cascos dentro de los supermercados. “No queremos ni una víctima más de acoso en el trabajo, aunque sea de forma pasiva, por parte del cliente”, ha asegurado el presidente de la patronal de cadena de supermercados X. Tales castigos pueden llegar a multas de entre 100 y 150 euros a los señores clientes que sean pillados. Así también piden a los empleados de las cajas registradoras que por favor estén atentos y en cuando noten ese aislamiento causado por la música en los oídos del cliente, llamen inmediatamente al encargado o gerente del supermercado para su identificación por parte de las autoridades y servicios del orden público.

La Asociación de Consumidores está trabajando para recuperar lo que llaman <<los derechos perdidos del cliente>>. Los clientes, evidentemente molestados por la prohibición, creen que es un grave ataque a su intimidad y libertad. La batalla jurídica por hallar al fin la ley que convenga a cada parte está en marcha. El grueso de la ciudadanía ahora mismo reducido a empresarios, trabajadores y clientes en este asunto, confían plenamente en este justo Estado de Derecho que les ampara, que halla el bien común. Aguardan pacientemente la decisión del Tribunal. 

¿Qué cojones quieres, perroflauta?

El anarquismo es igualado por muchos de sus detractores con el «pasotismo» y el abandono de las responsabilidades individuales, cuando lo cierto es que en un sistema auténticamente anarquista nadie podría decir «yo me lavo las manos»; si algo exige una anarquía es la participación directa de todos y cada uno de los individuos que conforman la sociedad, solo que en su propio nombre, y en el de nadie más. El llamado sistema democrático, sin embargo, se basa en todo lo contrario: la delegación, esa farsa en virtud de la cual los ciudadanos acceden a abdicar de su libertad personal a cambio de «tener la fiesta en paz». En último término, ser anarquista no significa otra cosa que poner en práctica la capacidad potencial de todo ser humano de pensar y actuar por sí mismo, algo que el ciudadano medio, que se rige por la ley del mínimo esfuerzo, no estaría dispuesto a hacer aunque pudiera. Y es esta último circunstancia la que han aprovechado históricamente los poderes políticos y económicos para perpetuarse, sustentados en un círculo vicioso de sofismas y medias verdades que gira en torno a la perniciosa entelequia del «bien común».

ROGER WOLFE, «OIGO GIRAR LOS MOTORES DE LA MUERTE (2002, DVD EDICIONES)»

– Desvelemos la gran sorpresa de una vez y acabemos con esto

Cada vez me sorprende más el libro de Palahniuk. Nunca sabes hasta donde se pueden estirar los personajes, sus historias, sus pensamientos, sus acciones. Lo único que causa es impresión y asombro. Creo que con todo ese compendio extraño y esperpéntico, el autor nos quiere transmitir una especie de enseñanza. Pero muy extraña y rebuscada. O quizás simplemente lo único que pretenda es hacernos pensar.

Palahniuk, con esta novela, a mi juicio, tanto formal como de contenido, roza la perfección narrativa. Podía tratarse de una mera historia enfermamente aburrida o una simple concatenación de acciones sin sentido, pero no. Palahniuk asusta. Y cuando asusta con sus «FANTASMAS», lo hace de verdad y sin compasión.

Como él diría:

– Desvelemos la gran sorpresa de una vez y acabemos con esto.

La Tierra, diría él, no es más que una gran máquina. Una gran planta procesadora. Una fábrica. Esa es vuestra respuesta. La gran verdad.

Imaginaos un pulimentador de piedra, una de esas muelas, que gira y gira, que gira veinticuatro horas al día y siete días a la semana, llena de agua y de rocas y de grava. Moliéndolo todo. Dando vueltas y vueltas. Puliendo las feas piedras hasta convertirlas en piedras preciosas. Eso es la Tierra. Y la razón de que gire es que somos nosotros las piedras. Y lo que nos pasa a nosotros -el drama y el dolor y el placer y la guerra y la enfermedad y la victoria y los malos tratos-, pues no es más que el agua y la arena que nos erosionan. Que nos pulimentan hasta que resplandecemos. (…)

Es por eso que nos encantan los conflictos, dice. Amamos odiar. Para detener una guerra, declaramos la guerra. Tenemos que aniquilar la pobreza. Tenemos que combatir el hambre. Hacemos campaña y desafiamos y derrotamos y destruimos. 

En tanto que seres humanos, nuestro primer mandamiento es: 

algo tiene que pasar. (…)

palah

Siempre nos ha encantado la guerra. Nacemos sabiendo que la guerra es la razón de que estemos aquí. Y nos encanta la enfermedad. El cáncer. Nos encantan los terremotos. (…) Los vertidos de petróleo. Los asesinos en serie.

Nos encantan los terroristas. Los secuestradores. Los dictadores. Los pederastas. 

Joder, cómo nos gustan las noticias de la televisión. Las imágenes de gente haciendo cola al lado de una fosa enorme y abierta, esperando a ser ejecutados por un nuevo pelotón de fusilamiento. Las fotos en revistas satinadas de más gente normal y corriente hecha pedacitos sanguinolentos por un suicida cargado de explosivos. Los boletines de la radio sobre choques múltiples en autopista. Los corrimientos de tierra. Los hundimientos de barcos. (…)

Nos encanta la polución. La lluvia ácida. El calentamiento global. El hambre. 

(+)

El Infra-Hombre de Radiohead

Con este post, quisiera inaugurar mi nueva sección/categoría titulada «¿Habéis visto pasar por aquí a Jimmy Jazz?». Esta va a ser una categoría dedicada más a ensayos de investigación y análisis, disertaciones y profundizaciones de ideas salidas de mi mente que tienen que ver un tanto mucho con el Mundo Moderno actual en su visión más genérica y reflexiva. Sociología, política, conspiraciones y profundizaciones en la cultura vista como una imagen del hombre serán los contenidos que englobarán esta nueva categoría. Espero que os guste. De momento, el primer ensayo, sobre Radiohead y sus creaciones.

Listos….

Ya!

El 16 de junio de 1997 sale a los mercados uno de los discos más influyentes y poderosos de la década de los noventa que hasta entonces se había encontrado explotada por el grunge y los grupos sucesores de Nirvana o Pearl Jam. OK COMPUTERtercer álbum de estudio de la banda inglesa Radiohead, abría con un «Airbag» de sonido que marcará muchas vidas musicales y personalidades de distintas áreas de la música más profesional. El britpop (estilo de música también de moda en los 90) del que fueron tildados los Radiohead, salió de todas las bocas críticas con este disco, visto como una máquina de matar que se llevó por delante a todos ellos y con él a sus fans y al mundo entero, no dejó títere con cabeza que se resistiera a semejante bomba. Es el disco de la paranoia. No una paranoia humana, no, UNA PARANOIA ANDROIDE.

Tres años y medio después, en octubre del 2000, el inicio del milenio, como si de una profecía se tratase, un nuevo nacimiento, una nueva era desconocida en la que todos nos adentrábamos, con todas los rumores del fin de los tiempos y el mileniarismo de Arrabal, el año de la crisis psíquica (tal y como el 2012), sale a la venta KID A. Un disco que a muchos dejo fríos. Tal esa era la sensación y el objetivo del grupo. Aún me acuerdo escuchando «The National Anthem» en el coche de un amigo, la quitó en el minuto 3. No aguantaba más. KID A es un disco que tiende a muchas interpretaciones, a muchas sensaciones, a muchas locuras y análisis musicales, pero a la primera escucha, sin duda, lo que produce es perplejidad. Y eso es lo que en mi caso sucedió, siendo la primera obra que escuché de Radiohead.

 

¿Cuál es la relación entre ambos discos? ¿Qué me ha llevado a agruparlos e incluirlos juntamente en este discurso? 

Nietzsche hablaba en el siglo XIX del SUPERHOMBRE. Este conocido por todos, filósofo de la sospecha alemán, influyó notablemente en los años siguientes. Saliendo del dolor infinito de un deprimido pero sabio Schopenhauer, crucificando a Sócrates y sentando las bases del irracionalismo, sitúo al hombre por encima de todo con un pensamiento ultravitalista. Eliminó creencias y religiones para erigir como todopoderoso al ser humano, acabó desechando a la moral y todos sus ladridos sonoros para hacer al hombre totalmente libre y renunció a la cultura de los esclavos como la base del progreso situando al hombre como «el siempre vencedor y poderoso.» Y así se hizo más o menos el SUPERHOMBRE.

Radiohead, como una especie de Nietzsche moderno, con OK COMPUTER KID A, habla de las generaciones futuras, del nuevo milenio, de la época que nos ha tocado vivir. Una época deshumanizada. Que primero, como en las metamorfosis nietzscheanas, arranca en un camello que lleva sobre su joroba todo el peso del mundo («please could you stop the noise I´m trying to get some rest» (Paranoid Android)), evoluciona en león («you don´t remember! you don´t remember! why you don´t remember my name, man? off with his head, man» («abajo su cabeza», de nuevo, Paranoid Android)) y acaba en niño. Un niño enfermo. Un niño robot. Insensible. Catatónico. En estado neutro. Un super-hombre no engrandecido, sino deprimido, esclavo, oprimido, vencido, decepcionado, suplicante, y lo peor de todo, conformado.

Ese niño del que hablamos se puede vislumbrar ya en escenas del OK COMPUTER, pero, sin duda, está mucho más presente en el KID A, como su propio nombre indica. El niño del OK COMPUTER es un niño protestón y algunas veces también resignado, pero siempre con un fondo de sentimiento, de belleza trágica, de ternura (escuchen «No Surprises»). Pero el niño de KID A es auténticamente enfermo, delirante, absurdo y desesperado. «Everything in its right place» es la perfecta muestra de ello.

En el álbum KID A no se percibe ni una mota de melodía ni sinfonía o belleza a la que agarrarse. Probablemente, «How to dissapear completely» (que a mi juicio personal sigue siendo la mejor canción de la banda) es la excepción. En esta canción el personaje quiere morir. Es una canción de rendición. Quiere ir con la lluvia y la naturaleza. Pero de una manera cansada que va en ascenso hasta al final parecer lograrlo. Sin duda, es el perfecto caso de suicidio en el disco. Pero lo jodido de todo, si me permiten la vulgaridad, es que llega en la canción número 4. Tan pronto…

En resumen, Radiohead con sendos discos ha salido de lo meramente musical para rozar la estratosfera del pensamiento, de la historia, del hombre y de los tiempos que atravesamos. El KID A que nace tras el gran diluvio de una máquina paranoica como es OK COMPUTER. Esa máquina es lo que he decidido llamar yo, el INFRA-HOMBRE. Aquél que se oye en «Fitter Happier». Un hombre que está muy por debajo de todo el vitalismo, de todo el mundo que le rodea, en general, de la vida humana tal y como está entendida. Un hombre alienado por la sociedad y el consumo, por la publicidad, por la tecnología y las comunicaciones, por el aislamiento social y la desesperación de un alma que camina en pro de la máquina o el animal, que tiene unas funciones determinadas de las que es imposible escapar, de un ser carente de cualquier libertad. 

» Who’s in bunker, who’s in bunker?
Women and children first
Women and children first.

Who’s in bunker, who’s in bunker
I’ve seen too much
I haven’t seen enough
You haven’t seen enough.

I’ll laugh until my head comes off
Women and children first
And children first.

Here I’m allowed, everything all of the time

Ice age coming, ice age coming
Let me hear both sides
Let me hear both sides.

Ice age coming, ice age coming
Throw it in the fire
Throw it in the fire.

We’re not scaremongering
This is really happening, happening
We’re not scaremongering
This is really happening, happening.

Mobiles working
Mobiles chirping
Take the money and run
Take the money and run.

Here I’m allowed, everything all of the time

The first of the children.»

«Idioteque», Radiohead (Kid A, 2000)

Lección de humildad

Ayer estuve en un concierto de unos amigos que habían venido de Madrid. Fue en un bar de uno de la banda. Éramos seis personas de público y ellos tocando amablemente.

Pude oír en ellos ciertos toques de un estilo ya extinguido, que había en grabaciones no oficiales de grupos como la Velvet Underground o los ensayos de los Sex Pistols. Todo muy casero. Los asistentes podíamos oír el repiquetear de la palma sobre la coraza de las guitarras, el latido de los bajos al pulsar en sus grandes cuerdas y el estruendo de las baquetas contra una batería eléctrica.

El concierto de dicho grupo que no nombraré me lleva a dedicar unas líneas en este nuevo post debido al romanticismo del momento. Puedo llegar a decir que antes de empezar, hubo que engrasar con aceite cocinar la batería eléctrica, la guitarra hubo que afinarla a oído y el bajo lucía un hermoso pedal con el que controlar los sonidos y volumen que salía por el amplificador.

Ayer asistí a una lección de música por decirlo así. Por supuesto, el sonido no era nada bueno. La batería poco a poco se iba cayendo por las barras de sujección, la guitarra se desafinaba al poco y una guitarra española hacía de guitarra electroacústica luchando por imponer su sonido entre todo el resto de instrumentos.

Asistí a una lección de música y de vida, el grupo del que os hablo era un grupo humilde que sabía tocar sus canciones y hacernos emocionar al público sin necesitar demasiada financiación en instrumentos.

Muchas veces, nosotros, los músicos, luchamos día a día por conseguir sonar mejor y mejor, y parece que todo eso solo lo resuelve el dinero. Seguramente si hubiera en la sala un experto en producción musical y sonido se hubiera ido a la tercera canción porque no aguantaba. Pero dicho grupo me convenció totalmente de que no se necesitan grandes inversiones en instrumentos, ni en publicidad, ni en equipos de sonido. Que lo que importa es la calidad. Y ahí calaron hondo. 

Gracias les doy a ellos por demostrarme un día más que (trasladando a un plano más social y político) no se necesitan grandes fortunas para ser feliz y demostrar lo que uno vale, por emocionar a un público atento a cada uno de sus movimientos y que llega a admirarlos. Gracias por la humildad, porque aquí es donde de verdad se ve la bondad humana y la ilusión. No en todos aquellos músicos los cuales les hace todo una mesa buena de sonido. Estarán muy orgullosos en sus sillas forrándose de dinero. 

Como tantas otras veces, recurriré al gran Lou Reed para definir este pensamiento:

«Los hombres de inicio humilde» son los verdaderos, los que conocen de verdad el máximo vital, aquellos que se mantienen firmes aún cuando la tormenta no cesa o derrotados cuando ya ha cesado, aquellos que poseen el don de la generosidad y la bondad, al margen de los intereses, y que son muchísimo más felices que toda aquella mugre andante de capitales y «sabiduría», élites, al fin y al cabo de las que rehuyen. 

Horror inextirpable. Una novela de Tavares: Jerusalén, (Mondadori 2009)

Hace unos días acabé de leer una de las mejores novelas que recuerdo. Jerusalén (2009), publicada por la Literatura Mondadori es una novela de la que se pueden extraer muchos significados y un amplio conocimiento filosófico. Yo calificaría a dicha novela de neo-existencialismo, debido a los temas que presenta: dolor, muerte, miseria moral, intento inútil por intentar dominar aquello que te rodea… pero añadiéndole un tema moderno que para mí es la clave que confiere al libro un carácter de modernidad: la locura y la enfermedad.

La locura y la enfermedad son para mí las dos grandes preocupaciones u obsesiones del actual mundo civilizado. Vienen de la mano a través de una perfección que se nos exige para desarrollar nuestras facultades en la sociedad al cien por cien. Esta obsesión por la plenitud y la perfección desembocan inevitablemente en demencia, que es lo que les sucede a todos los personajes de la novela. También creo que su autor es lo que nos quiere dar a ver, a entender, a analizar y reflexionar.

Los personajes no se presentan como personajes. Diría más bien que se presentan como paisajes. Mapas. Abismos que el autor no se compromete ni siquiera a desvelar para mantener el misterio, un misterio alegórico y metafórico, necesario para el mensaje del libro.

Lo mejor de la novela, además, es lo fácil que es de leer. No quiero decir con esto que sea fácil de entender, ya que ahí entraríamos en otras muchas más cuestiones. Es fácil de leer porque a simple vista parece una historia muy simple. Una historia muy simple cuyo hilo va tirando y tirando, hasta resultar una obra maestra, que a mi juicio, expresa muy bien todas las tinieblas del ser humano moderno de la actualidad.

Sí amigos, esta historia va de locos, nosotros no lo somos, pero sin querer al leer el libro nos damos cuenta de que hay un punto de unión bastante fuerte entre sus personajes y nosotros, de sus locuras a nuestra excesiva racionalidad, porque, tal y como atestiguó el que me resulta el mejor poeta de todos los tiempos, el señor Charles Baudelaire, «todos estamos locos».

Y esa para mí es la gran calidad de este libro: cómo mediante personajes que podrían estar muy lejos de nosotros respecto a capacidades racionales los encontramos tan cerca.

Sí, nosotros también sufrimos y estamos enfermos, cualquier día todo esto estallará y los manicomios estarán llenos, o posiblemente vacíos, al descubrir que la locura en realidad es la verdadera sanación y que todo intento por eliminarla, como el doctor Theodor Busbeck intenta en cada momento de la novela, es imposible y conlleva a una desgracia mayor, a una decadencia propia de un Sartre o Camus, que acabará por explotarnos en la cara y destruir todo cuanto habíamos construido durante toda una vida.

Fuente de la imagen 1: http://www.justa.com.mx/?p=20922