Últimamente he estado recibiendo varios correos de lectores de este blog, así como de curiosos que un día se toparon con mi libro. Algunos de ellos me preguntaban sobre mis ideas y su reflejo en mi literatura. Es una cuestión difícil de resolver ya que, ¿escribes para intentar reflejar algo o ese algo es lo que te hace escribir?
Una de mis lecturas del verano es la Poesía de Michel Houllebecq (Anagrama, 2012), teniendo en cuenta que la obra poética del autor francés es su obra menor en contraste con sus novelas de récord en ventas. Y es por eso que, desde mi criterio y mi punto de vista, su poesía no alcanza la calidad de sus novelas. Aún así, la primera parte del libro, titulada «Sobrevivir», es uno de los textos (escrito en prosa) que más me ha gustado leer hasta ahora sobre el arte literario y el oficio de escritor.
Siguiendo estas ideas que Houllebecq desprende en «Sobrevivir» voy a trazar una especie de decálogo o conjunto de normas sobre la escritura. Está, por un lado, el atrevimiento que supone que un autor con solo una obra publicada como yo pueda dar directrices sobre lo que se debe y no se debe hacer para ser escritor. Por otro lado, intentaré «literaturizar» todo el decálogo para que desde el primer momento ustedes, los lectores, sepan que no es algo que haya que tomarse al pie de la letra y que simplemente me lo tomo como un juego. La literatura es juego. Vamos a jugar.
UNO. El sufrimiento es la base de la escritura. En esta idea coincido al cien por cien con Houllebecq: «vuestra vida es un entramado de sufrimientos». Ahora suena Lou Reed en la cadena, como casi siempre que escribo, y pienso que el escritor o el poeta es esa persona que se enfrenta de cara al sufrimiento y sobrevive en él. En este punto, debéis leer, si no os resulta muy tedioso, El dolor del mundo de Schopenhauer. Leí ese libro hace unos años y conecté al cien por cien con las ideas del filósofo alemán. Lo importante no es la felicidad, no existe (como dice Houllebecq en su texto), lo importante es sobrevivir al sufrimiento.
¿Y cómo se sobrevive? Escribiendo, escribiendo sin parar, escribiendo cuando uno está solo o rodeado de gente, cuando uno siente que si lanza un respiro más puede morir del dolor. El sufrimiento es una de las razones y principios más básicos a la hora de sentarse a escribir. Y escribir es su tabla de salvación. En una línea existencialista, el escritor debe sentir el sufrimiento del mundo, no el suyo, sino del resto, debe comprender el sufrimiento en su totalidad y globalidad. Debe sentir ganas de desmayarse cada vez que intenta comprender el dolor ajeno. No todos los sufrimientos son negativos y el escritor sabrá en todo momento cómo tratar con cada una de las sensaciones que padece. Depende de la gravedad del sufrimiento, si es un sufrimiento tranquilo y nostálgico, o si es un sufrimiento trágico y terrible. En todo caso, el escritor aprovechará cada uno de esos instantes para tener una visión alternativa del mundo respecto a la de los demás y, con ello, hacer una buena obra. Por último, Houllebecq dice lo siguiente: «Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien definida, estáis jodidos. El sufrimiento se os comerá crudos, desde dentro, sin que hayáis tenido tiempo de escribir nada». La forma de escapar y sobrevivir al dolor, pues, no es otra que articular una estructura propia para poder superar la sensación, escribir y seguir adelante.
DOS. Al margen del sufrimiento o del dolor, el escritor debe huir del aburrimiento. Houllebecq hace escasa mención al tema del aburrimiento pero para mí es uno de los más importantes. Si hay algo casi peor que el sufrimiento es el aburrimiento. El aburrimiento es el principio de la vida moderna. Algunos lo llaman aburrimiento, en su raíz más bodeleriana, otros lo llaman alienación, en su vertiente más marxiana. En general, el aburrimiento es el sedimento profundo de nuestra cultura y la excusa por la que el sistema capitalista marca su necesidad de supervivencia absoluta: el consumo. Consumir y consumir. No solo productos físicos, sino también formas de vida. La vida diseñada y deformada para que el individuo moderno sienta el impulso de consumir. De ahí surgen muchos de los graves problemas de nuestro tiempo, como las enfermedades mentales o las adicciones. El aburrimiento es peor que el sufrimiento en la medida en que cuando uno sufre escribirá cuando el dolor haya pasado (porque siempre pasa, y esa es la esperanza de vida de un escritor con el suicidio siempre presente en su cotidianidad), el aburrimiento, sin embargo, puede durar años y es la razón básica por la que el escritor siente y padece la esterilidad creativa.
TRES. Cultivar la idea del suicidio como una esperanza y no como una certeza. Si todo en la vida es sufrimiento y aburrimiento, el escritor, si es escritor de verdad, sentirá el acoso constante de la muerte. El sufrimiento y el aburrimiento tienen como resultado la muerte. El escritor debe vivir asido a esa idea de muerte. Roberto Bolaño en su bellísimo poema «Autorretrato a los veinte años» expresa muy bien esta idea en sus versos finales que dedica a todos sus compañeros y amigos poetas: «y me fue imposible cerrar los ojos y no ver / aquel espectáculo extraño, lento y extraño, / aunque empotrado en una realidad velocísima: / miles de muchachos como yo, lampiños / o barbudos, pero latinoamericanos todos, / juntando sus mejillas con la muerte».
Por otro lado, Houllebecq en su texto menciona que «un poeta muerto ya no puede escribir, de ahí la importancia de seguir vivo». Es decir, advierte sobre la importancia de seguir vivo o al menos morir con una obra publicada aunque sea en una revista menor. Houllebecq comprende que la idea de suicidio es necesaria solo cuando ya se ha publicado. Si no, el escritor caería en el olvido y en el silencio, nadie sabría más de él. Ante esto, vuelve a incidir en la idea de buscar una estructura que sepa articular el sufrimiento y, con ello, poder escribir: «La estructura es el único medio de escapar al suicidio. Y el suicidio no resuelve nada. Imaginaos que Baudelaire hubiese tenido éxito en su intento de suicidio a los veinticuatro».
CUATRO. La única esperanza reside en el amor. Para escribir deberéis amar hasta el límite de vuestras fuerzas, hasta que duela. El amor es la tabla de salvación de la escritura y del escritor. El fin de él es sentir la paz mística, que solo produce el amor. El resto son paraísos artificiales que solo servirán para disminuir la sensación de aburrimiento y tedio. Una de las canciones que más me han marcado en mi vida es Coney Island Baby de Lou Reed. Cuando tenía banda de rock y dábamos conciertos, mi ritual antes de salir al escenario era escuchar en bucle dicha canción. No es mi canción favorita, pero quizás es el mensaje más valioso en forma de canción que se haya escrito: «the glory of love, just might come though…» Lou Reed repitiendo una y otra vez que pese a todo, el amor es la gloria que te llevará a flote, sano y salvo, hacia donde quieras.
CINCO. Saber estar solo. Esta es una de las ideas más importantes, ya que el escritor necesita sentirse solo cuando escribe, y no solo eso, sino que por dentro debe sentir la soledad en el proceso de escritura. Podríamos decir que hay dos formas de soledad: la positiva y la negativa. La positiva fomentará tu escritura, la negativa hará aumentar el sufrimiento. El escritor necesita estar en constante alternancia con ambas, solo así podrá crear algo bueno.
SEIS. Odio natural hacia la sociedad. El escritor es un ser extraño, mal hecho y con un montón de razones para odiar la sociedad. Es, en definitiva, un ser que nunca podrá lograr entender el mundo que le rodea ni cómo funciona. Por ello, nunca entenderá a los protagonistas de éste, los seres humanos. Houllebecq dice que «los mecanismos de solidaridad social (subsidio de desempleo, etc.) deben utilizarse en su totalidad, así como el apoyo económico por parte de amigos más acomodados». En este sentido, «no desarrolléis demasiada culpabilidad a ese respecto. El poeta es un parásito sagrado». Coincido plenamente en esta idea. El poeta, según Houllebecq, «a semejanza de los escarabajos del antiguo Egipto, puede prosperar sobre el cuerpo de las sociedades ricas y en descomposición, pero también hay lugar para él en el seno de las sociedades fuertes y frugales.»
A pesar del odio hacia la sociedad, el escritor debe inmiscuirse dentro para conocer sus problemas y sus obsesiones. Si eres un escritor español vivirás muy condicionado debido a que actualmente existe una persecución al arte y a los artistas por parte del Estado, al menos en términos económicos, que si el 21% de I. V. A. cultural y tal… En este caso, el escritor tendrá muchísimos más motivos para odiar la sociedad en la que ha nacido y en la que se debe desenvolver. No se debe entender al pie de la letra que el escritor odia por naturaleza la sociedad, en realidad lo que odia son las formas de organización social. El escritor debe tratar a la sociedad como conjunto de individuos y no como colectivo. El escritor es un ser profundamente individualista y el prisma con el que mira el mundo es el del individuo y el del humanismo. Es por ello que al escritor de verdad no le debería importar en absoluto el sitio donde vivir, ya que en el fondo comprende a todos los seres humanos en individual, pero nunca en colectivo. Consecuentemente, el escritor debe preocuparse de la sociedad y hablar de sus problemas, pero nunca afiliarse a una opción política. La política habla sobre el dominio de la sociedad y el escritor rechaza a la sociedad y a sus formas de organización. Para el escritor sería caer en contradicción consigo mismo y con su naturaleza creativa. Si, por el contrario, el escritor elige y prefiere hablar de la realidad social y de los temas que la ocupan, debe optar por la digna profesión del periodismo. El escritor tiene problemas más importantes que los que tiene la gente corriente. Algunos de ellos ya los hemos mencionado aquí, otros vienen en las líneas siguientes.
SEIS. Fuma tabaco. Fuma hasta que te exploten los pulmones. El tabaco es la única droga silenciosa; no hace apenas efecto y va matándote poco a poco. Fumar tabaco, además de favorecer la concentración y ordenar las ideas, proporciona una debilidad que para algunos resulta muy molesta pero que al escritor le produce una especie de continuidad de su propia tragedia, de su propio sufrimiento. Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, como ya dijo Baudelaire. Odia a la gente que odia el tabaco. Muérete a gusto. Recorta todas esas imágenes desagradables de las cajetillas sobre lo que podría pasarte si no dejas de fumar y pégalas en tu pared. Que valga cinco euros es una injusticia. Si no te lo puedes permitir puedes pasarte al de liar o fumar menos. Pero fuma. Fuma todo lo que puedas y escribe. Fuma para escribir. Busca ese momento amable y cariñoso de reencuentro con el tabaco. El cigarro perfecciona el arte de matarse. La vida sana nunca fue una opción. El escritor no debe temer a la muerte y día a día debe luchar por intentar sobreponerse a ella. Encuentra momentos especiales y peligrosos para seguir fumando. Comparte cigarrillos con las personas a las que más quieres. Anímales a que fumen. Destrúyanse juntos. No hay nada tan romántico como dos amantes tirando el tiempo y la vida a la basura. No hagáis caso de la publicidad ni de las promesas de una vida sana. La putrefacción está aquí dentro. Y el camino del exceso lleva al camino de la sabiduría, como dijo una vez William Blake mientras fumaba un porrito de marihuana. Lo que hay que hacer es coger a uno de esos políticos o líderes de masas que no hacen más que pedirle que se cuide y escupirle en la cara.
SIETE. Huye de las etiquetas. El escritor solo debe rendir cuentas a sí mismo y nunca a los lectores. Los lectores son hermanos con los que el escritor debe sentirse seguro y compartir lecturas y experiencias. No hay que olvidar que antes de ser escritor se es lector. El escritor aprenderá a escribir a partir de sus lecturas, lecturas de sí mismo y de sus escritores favoritos. El escritor es su obra. Es el corazón y el alma de su obra. El escritor debe estar por encima de su obra y contemplarse en ella. Aprende de tus fallos. Huye de las etiquetas y de los amiguismos. Hay muchos escritores parecidos pero ninguno igual. Busca tu sitio. No hace falta que crees una nueva orden estética o un nuevo estilo poético, hay demasiados escritores escondidos en el mundo como para ponerse arrogante y pensar que eres el único que está llamado a cambiar las normas de la escritura. Fíjate en tus predecesores y en tus coetáneos. Interactúa con ellos.
OCHO. Diviértete mucho. Si no fuera divertido, no escribirías. Diviértete y haz lo que te dé la gana. No en plan YOLO, no en plan consume consume consume, no en plan fiesta fiesta fiesta. La vida entera es una fiesta, busca sus puntos divertidos o muérete del aburrimiento. Recuerda: el aburrimiento es casi peor que el sufrimiento. No te aburras. No te quedes en casa. Un poeta que vive encerrado en su habitación es un jodido onanista. Publica donde sea. Haz amigos. Comparte literatura y obras de arte. Disfruta. Disfruta mucho. Solo disfrutarás en contacto con otras personas, a ser posible que se asemejen a tu personalidad o a tu forma de ser. Lo demás, se resume en trabajar y en descansar. Sé un vago. Enamórate de las experiencias. No trabajes, disfruta trabajando en lo que de verdad quieras. Si no quieres nada no hace falta que trabajes. Odia el trabajo, pues. Debes albergar una esperanza beatnick en tu corazón para contemplar el recurso de la mendicidad como algo emocionante y posible.
NUEVE. Para calmar tu odio hacia la sociedad y hacia las formas de organización social, escribe algo que duela. Tal y como dice Houllebecq: «la sociedad en la que vivís tiene como fin destruiros. Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque! Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte. Profundizad en los temas de los que nadie quiere oír hablar. El envés del decorado. Insistid sobre la enfermedad, la agonía, la fealdad. Hablad de la muerte, y del olvido. De los celos, de la indiferencia, de la frustración, de la ausencia de amor. Sed abyectos, seréis auténticos».
En este sentido, el escritor posee una esencia muy políticamente incorrecta. No seáis políticamente incorrectos porque lo diga Houllebecq, debéis encontrar el engranaje que falla dentro del sistema, la página del guión que no concuerda con el resto de la obra, la mancha azul en los zapatos, el grito del corazón frente a las imposiciones de una vida correcta. Despreciad a todas las personas que hablen en nombre de la moral y de la sabiduría. Huid de lo convencional. No seáis correctos. Id a contracorriente siempre y atacad bien duro. Si nadie se ofende o nadie quiere censurar vuestros escritos debéis corregir vuestro disparo de inmediato. En la escritura no se trata de pelear, la batalla ya está perdida de antemano. Se trata de defenderse. Con lo que uno pueda, a saber, escribiendo. Houllebecq también menciona que el escritor debe tener un cierto resentimiento hacia la vida. Enfadaos con ella. Enfureceros con vosotros mismos por vuestra condición de humanos. Asilvestraros de vez en cuando. Está bien ser un capullo a veces. Sed capullos con las personas que menos soportéis y haced el amor a las personas que más os llenen. En cualquier caso, enfrentaros de cara. Sed valientes. Tenéis que dirigir bien el disparo. Si no, podríais salir heridos. Calculad bien el efecto. Escribid.
DIEZ. La verdad es algo tan complicado como difícil de entender. El escritor debe hacer de su vida una mentira coherente que responda a sus ideales de verdad. La verdad es un conjunto de mentiras bien contadas que el poder usa para deslegitimar ciertas actitudes o corrientes de pensamiento. No creáis en la verdad. El mejor camino para conocer la verdad es mentir continuamente, a uno mismo y a los demás. Usad la mentira siempre como bien utilitario, no como el pilar de vuestra vida. En todo caso, no mintáis en las cosas que son importantes, mentid con ánimo de jocosidad. Quien no entienda la ironía o los dobles sentidos no merece leeros. Como remedio a esa clase de seres que siempre están tomándose las cosas al pie de la letra debéis aplicarles el punto anterior. Provocad y sed fuertes. Constantes en vuestra gran mentira. El poeta, además de parásito sagrado, es el mayor mentiroso de los mentirosos. El mundo, tal y como está organizado, es una mentira total donde encontrar la verdad es absolutamente imposible. Es por ello que debéis aplicar su método. La confusión os hará libres. Todo aquello por lo que daríais la vida esta mañana, nada más levantaros, os resulta una puta mierda al acostaros. El universo se mueve y vosotros en él. El universo miente y vosotros debéis mentir para sobrevivir. Earth is the loneliest planet of all. Nada es cierto. Todo está permitido. Inmiscuiros dentro de esa mentira y mentid hasta que sea insostenible ocultar la verdad. Mentid siendo consecuentes con vuestra mentira. No digáis la verdad pero sí mentid con el fin de hallar una verdad. Mentid para encontrar vuestra verdad y la de la gente que os rodea. En este mundo tan desgraciado, en el que no hacemos más que dar bandazos entre el sufrimiento y el tedio, pocas cosas aburren tanto como lo objetivo. Sed subjetivos hasta donde os sea posible, originales y auténticos. Buscad lo que os separa del resto. Para ello, debéis mentirles y mentiros a vosotros mismos todas las veces que haga falta. No creáis que sois originales y auténticos, la originalidad y la autenticidad es una búsqueda, no una meta.
En contraposición, el escritor muchas veces se dará de bruces contra el muro de la lucidez extrema. Experimentará en su boca el sabor amargo de la verdad. Contemplará el mundo despojado de su disfraz. Estará desnudo frente a él, y el mundo seguirá moviéndose, sin escuchar plegaria alguna. Y entonces todo parecerá detenerse y el fallo del escritor será creer que se ha detenido. Es cuando el escritor bloqueará su condición social y tenderá a recluirse y a aislarse. Es importante tener momentos de lucidez. El escritor se verá forzado a mentir por su naturaleza intrínseca de mentiroso. Mentirá para sobrevivir. Su mentira se hará poesía o novela. Se hará ficción. Y navegará en las galaxias de lo imposible, trazará universos nuevos y situaciones irreales, se sentirá totalmente libre en la práctica de la escritura y contemplará a los seres corrientes con una mueca de desprecio y ternura. No volverá a ser él mismo.